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134 FRAY CANDIDO DE VIÑAYO, O.F.M. CAP. to del Santo y muy amigo de los Frailes Menores. Tenía un castíllo situado a unos diez y ocho kilóme– tros de Padua. Había cedido a los franciscanos la iglesia y cerca de ella unas habitaciones. Ellos esta– ban encargados de prestar el servicio religioso a la familia condal y a la población que había en sus al– rededores. El conde invitó a Fray Antonio a pasar unos días en su castillo, a fin de poder gozar de su santa com– pañía. El Santo aceptó la invitación. La estancia en Camposampiero fue para él algo así como un retiro espiritual. Se pasaba las horas absorto en Dios, pero he aquí que sin poderlo evitar el Santo, llegó el conde a sorprenderlo en sus arrobos. Era de noche. Fray Antonio estaba recogido en su habitación explayando su alma en el misterio del Na– cimiento de Nuestro Señor Jesucristo. El conde acer– tó a pasar por delante del aposento del Santo. Una densa oscuridad cubría los pasillos. Mas he aquí que por los resquicios de la puerta de la habitación de Fray Antonio se vertían rayos de luz resplandeciente. El conde se sintió lleno de curiosidad que no pudo resistir, y al impulso de ella, se arrimó sin hacer ruido a la puerta y comenzó a observar por el agujero de la cerradura para ver de dónde partía aquella luz. Al punto se quedó lleno de admiración y asombro con Jo que pudieron contemplar sus ojos. Fray Antonio es– taba de rodillas ante la mesa sobre la cualtenía abier-
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