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EN PADUA 129 le hablaba de Dios y le convidaba a la divina con– templación. Su vida en Padua se deslizaba mansa– mente. Oraba, estudiaba, escribía. Era entonces el Cardenal de Ostia Rinaldi dei Conti, Protector de la Orden, el cual más tarde fue Papa con el nombre de Alejandro IV. Este Cardenal le rogó que compusiera los sermones para las fiestas de los Santos de todo el año. Fray Antonio, deseoso de complacerle, puso manos a la obra. Comenzó a escribirlos, volcando en ellos la luz de su inteligencia y el fervor de su corazón. No es que entonces solamente se dedicara a es– cribir. Y esto es lo admirable en la vida de San An– tonio: a pesar de su incesante actividad apostólica fue escritor. Se conservan de él varios libros: Sermo– nes Dominicales, Sermones para las solemnidades de los Santos y Sermones en honor y alabanza de la Beatísima Virgen María. También se le atribuyen otros varios escritos, en especial, una Exposición de los Salmos. Todo esto indica que aun durante su vida de pro– fesor, de superior y de predicador, dedicaba también algunos ratos a escribir. Es muy probable que escri– biera sus lecciones. Por lo menos, hacía de ellas una síntesis o guión. Escribía igualmente muchos de los sermones que predicaba al pueblo, aunque muchos de ellos no eran sino esquemas de lo predicado. Po– demos afirmar que habría escrito mucho más, si la

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