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128 FRAY CANDIDO DE VIÑAYO, O.F.M. CAP. afueras de la población, aunque en lugar retirado, había un pequeño convento dependiente del de Santa María. El lugar era Arcella, que venía a ser un arrabal de Padua, Allí moraban algunos religiosos para servicio espiritual de las monjas clarisas. Ya dos años antes había Fray Antonio predicado en Padua, donde el fruto espiritual allí producido ha– bía sido copioso y que aun perduraba. Por eso, los paduanos sentían por él profunda admiración y sim– patía. No hay para qué decir por tanto la alegría que experimentaron al verlo de nuevo entre ellos. Por otra parte, Fray Antonio se hallaba tan bien en Padua que venía a ser para él su segunda patria. No sé qué presentía en ella. Acaso su nacimiento para la vida eterna del cielo. Con todo, tal vez no adivinara que en la posteridad su nombre iría siem– pre unido al de aquella ciudad que le daba tan buena acogida y en la que pensaba gozar del reposo apete– cido. Pero la verdad es que él había de ser llamado por el pueblo cristiano San Antonio de Padua. Al volver ahora a Padua, no pensaba por de pron– to dedicarse a la predicación. Necesitaba descanso. Por eso, durante el otoño y el invierno, interrumpió sus tareas apostólicas. Permaneció en Santa María gozando del reposo de la vida conventual. A veces, ansioso de más recogimiento, se iba a la residencia de Arcella y se complacía en permanecer en aquella soledad para él tan amable. Allí la naturaleza entera

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