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118 FRAY GANDIDO DE VIÑAYO, O.F.M. CAP. -¡Vete en nombre de Dios! El labriego siguió adelante camino del campo. Habiendo salido de la ciudad, se acercó al carro para celebrar con risas, con el joven que se hizo el di– funto, el engaño con que se habían burlado del fraile. Mas se quedó mudo de asombro. El joven estaba muerto de verdad. Entonces el labriego co– menzó a lamentarse de su desgracia. En seguida vol– vió atrás, buscó al Santo y con. lágrimas en los ojos, le pidió perdón de su burla. El Santo le amonestó, con dulces y al mismo tiempo graves palabras. Mas luego hizo la señal de la Cruz sobre el joven muer– to, oró unos momentos, y el joven se levantó vivo y sano. El labriego comenzó a dar gritos de alegría. Con este motivo hubo un gran revuelo entre la gente del pueblo. Una multitud se congregó en torno del carro para contemplar el milagro y prorrumpir en palabras de alabanza a Fray Antonio. Célebre, sobre manera, fue el caso sucedido en Florencia. En esta ciudad había poderosos banque– ros. Murió uno de ellos, que era el principal del gremio. Fray Antonio fue invitado a predicar la ora– ción fúnebre. Mas el Santo conoció, por divina reve– lación, que el muerto era un usurero, el cual, llevado de su avaricia, se había enriquecido a costa de mu– chos fraudes. Sube el Santo al púlpito y pone por texto del sermón estas palabras del Santo Evange– lio: <<Donde está tu tesoro, está tu corazón>). Sigue

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