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106 FRAY CANDIDO DE VIÑAYO, O.F.M. CAP. pensamiento de Dios. Al rnisrno tiempo, mortificaba su carne y gozaba en humillarse ante sus frailes. Aunque era el primero en dignidad, aprovechaba cualquier ocasión para pasar por el último y más despreciable de todos. Mas pocas veces podía disfrutar de aquel santo retiro que tonificaba su alma y le dejaba todo abra– sado en el santo amor de Dios. Muy pronto tenía que acudir al trabajo que le exigían las almas de sus súbditos y las de los fieles cristianos. Dejaba las dul– zuras de la divina contemplación por cumplir la vo– luntad de Dios y poder continuar sembrando el bien por los pueblos y ciudades que reclamaban su pre– sencia. La estancia en Francia tocaba a su fin. Perma– neció allí poco más de dos años. Residió en varias ciudades: Montpellier, Tolosa, Puy, Bourges, Lirno– ges. ·Recorrió pueblos y ciudades, dejando por todas partes una estela de fragancia evangélica. Sus pala– bras y consejos lograron hacer mella en muchas al– mas que convirtió y en otras que enfervorizó en la divina caridad. Según nos vamos adentrando en la vida de San Antonio de Padua, vernos que el Señor disponía las cosas de tal manera, que no pudiera estar mucho tiempo en un rnisrno lugar. Venía a ser corno ave de paso que no tiene asiento en ninguna parte. Su destino era un vivir andariego, en el que por dóquier

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