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102 FRAY CANDIDO DE VIÑAYO, O.F.M. CAP. en el cementerio de San Pablo. El auditorio era nu– meroso. El predicador puso por texto estas palabras de un salmo : «Por la tarde, habrá llanto, y por la mañana, alegría». Aquello era un espectáculo con– movedor. Fray Antonio, se hallaba santamente ani– mado. Su voz semejaba una trompeta apocalíptica. Con ingeniosas aplicaciones, dio una sublime lección sacada de la contemplación de los sepulcros. La sín– tesis del sermón fue ésta : -Hay tres tardes y tres mañanas. Tres lutos y tres alegrías. Tres tardes, que son : la caída de nues– tros primeros padres, la muerte de Cristo y nues– tra propia muerte. Tres mañanas : el nacimiento de Cristo, su resurrección y la nuestra. Los oyentes sentían por el orador un entusiasmo indescriptible. Todos querían verle y oirle. Aún más, tocar su hábito o su manto. Los más entusiasmados con el nuevo predicador eran los monjes benedic– tinos, los cuales le rogaron que al día siguiente les dirigiera a ellos una plática en la sala capitular. Fray Antonio accedió a su invitación. Los habló de las excelencias de la vida religiosa con tal gracia, un– ción y poesía que los dejó por completo cautivados de su palabra, llenos del santo amor de Dios. En el desempeño de su oficio de Custodio, mos– tró una tierna solicitud por todos sus súbditos. Sabía infundir el fervor en los tibios y encaminar a la santidad a los fervorosos. Visitaba los conven-
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