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100 FRAY CANDIDO DE VIÑAYO, O.F.M. CAP. bía sido convocado por Fray Juan Bonelli. A este Capítulo acudió Fray Antonio como Guardián del convento de Puy-en-Velay. A todos los capitulares era notoria la competen– cia de nuestro Santo. Se había hecho célebre por su elocuencia, por su santidad, por sus milagros. No es extraño que en el Capítulo fuera encargado de dirigir la palabra a los religiosos ·allí congregados. En su plática, habló con tanta dulzura y con fervo– rosa unción, que todos los oyentes se sentían hon– damente conmovidos. El predicador glosaba estas palabras: «Jesús Nazareno, Rey de los judíos)). Pa– recía que sus labios derramaban miel de suavidad y devoción, la que se difundía por el alma de los re– ligiosos allí reunidos. Se hallaba entre ellos un fraile humilde y fervo– roso. Un verdadero santo. Se llamaba Fray Monal– do. Este fraile, oyendo predicar a Fray Antonio, dirigió su mirada hacia la puerta de la sala capitu– lar y vio con los ojos del cuerpo al mismo Seráfico Padre San Francisco suspendido en el aire, con los brazos extendidos en forma de cruz, y luego bendijo a todos los religiosos allí presentes. Los demás frailes no gozaron de esta visión cor• poral; pero mientras disfrutó de ella Fray Monal– do, sintieron como si un río de extraordinario gozo se hubiera desbordado por sus almas. Les parecía que en realidad el Seráfico Padre estaba en medio

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