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188 .VEINTICINCO AívOS,DE APOSTOLADO ws se dieron al respecto, mas inútilmenle, y de aquí qu•e no quedó otro recurso sino eliminarlas. Por tanto, no es ya sólo el crioll9, si que también el indígena quien recibe instrucción -coµveniente, que el Misionero mismo ha de ,1arle, y no por motivos de lucro, pues que n ingún sueldo percibe; ni por miras humanas, que dificHmente puedan p ropor cionar tal der ro– d1e de energ~as, sino tan sólo con la mira puesta en Dios . y anhelando levantar un pueblo instruido y ú til. a la patria en los rincones más apartados. de la civilización, en el cor azón de las selvas; el pueblo cic los que viven sobre "ma,nacas" y en terrenos palúdicos y fangosos, donde a diario recibe las lecciones de "moral y luces" que le da con la palabra y el ejemplo su "BA_RE" Misionero. Claro que no todos saben ni están capacitados para apreciar In Yida de sncrüicio ímprobo y constante que esto supone para el Misio– nero, que educado y formado en otro ambiente y en otros climas, st· entierra vivo, entre sus queridos indígenas y consagr!l su existencia a rehabilitarlos ~n todos los órdenes; pero, no importa, no por eso de– jaremos de seguir las normas educativas de la Iglesia Católica y las huellas de los aniiguos Misioneros Capuc~inos, que con su s¡mgre y sudores regaron el suelo de Venezµela.

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