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82 VEINTICINCO A~OS DE APOSTOLADO metamorfosis que se iba a operar -de manera sorprendente en la vida religiosa, moral y cultura], pues su labor fué. tan admirable y fecunda, que su nombre ha quedado como esculpido en el corazón agradecido del pueblo deitano. A decir verdad, ponderadas las circunstancias antes señaladas, la empresa era ardua, pero el Misionero no se ·daba descanso alguno; uunca su espíritu, fuerte y emprendedor, supo doblegarse, y pronto ad– miraron todos la obra material y espiritual, que los Padres iban paula– tinamente desarrollando. Ingenioso es el caso como el P. Samuel conse– guía que los fieles asistieran al culto. Todos los sábados en la tarde mandaba a Fray Saturnino recorrer las calles del pueblo, tocando una campanilla, con el fin de recordar a los tucupiteños la obligación de la Misa ,dominical y, por ende, el precepto de no trabajar. Otro tanto hacían, yendo de casa en casa, para que los niños asis– tieran al Catecismo, pues de otro modo sus mamás no se preocupaban, siendo muy de ver, según r ecuerdan todavía algunos que presenciaron tales ingeniosidades, los efectos maravillosos. Recuerdo haber oído a personas fidedignas que, cuando alguien fa– llecía, no acoslumbraban Uevarlo a la Capilla para las exequias, sino que directamen te lo conducían al cementerio; mas al percatarse de ello ~l P. Samuel, corría a la orilla del río, por donde iban a pasar, o habían pasado ya, y obligándolos de m anera insinuante a detenerse, allí mis– mo, con roquete y estola, le rezaba al cadáver las oraciones rituales. Naturalmente, estas -demostraciones de celo y espírHu dinámico les en– traban a todos por los ojos y cobraban cáriño al Padre, que se hacia todo para todos, a fin -d e ganarlos para Cristo, como el Apóstol. Entre las uotas informativas, que la Srta. Barroeta nos ha ofrecido gentilmente, se encuentra la siguiente anécdota, que además de ser her– mosa, habla bien claro, reflejando el cambio •de las cosas. Dice así: "Cierto día llegó a la iglesia una señora forastera en momentos en que el Padre estaba rezando; la señora en referencia debió de sorprenderse ~l entrar, pues al verla lan limpia y distinta, se paró delante de San José y con la mayor sencillez y gracia le dijo al Santo : "Ya estarás con tento de tener quien te tenga limpio", y dirigiéndose luego al Padre, añade: "Este San José y esta Santa Inés, como llamaban generalmen te a la Virgen del Monte, han pasado por las once ( sic) plagas de Egipto". Mas no solamente debía concretarse el sagrado ministerio parro– quial a la población de Tucupita, era preciso atender a los caseríos per– tenecientes a la misma Parroquia y diseminados en un amplio campo de más de cuarenta mil kilómetros cuadrados, siendo el de más difícil comunicación y distante San José del Amacuro. Una rápida mira•da al mapa nos ofrecera exacto conocimiento de estos caseríos y su situación geográfica, pero debemos constatar que, desde 1924, año en que se esta-
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