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80 VEINTICINCO AÑOS D.E i).POSTOLADO llegó el R.•P. Arcángel, primer Capuchino, que se hizo cargo de la P a – rroquia: nadie iba a Misa; sólo los domingos lo hacía algtma que otra 11crwna, lo que hasta tal punto indignaba al doctor Maldonado, que ~01ia decir con manifiesto enfado : "En todas partes hay beatas, menos en Tucupita". '/. continúa diciendo la señorita Barroeta: "El Padre Arcúngel, pJr i:-_á::; que oe interesaba en que le mandaran los niños al Catecismo, ::..nea pudo reunir en la clase más que un viejo y un muchacho, que í.c:~ü: el <loctor para su servicio. Ambos hicieron su Primera Comunión el 8 de diciembre del mismo año. Aún en los primeros años del Padre Sumu·el de San Mateo, segundo lJárroco, sabemo·_. qu·~ se -lamentaba fre– cuentemente de que no pudiera conseguir un número mayor de co– muniones. ' ·¿ Cuándo sera, s:.;w.1. r ep ¡;o 1· en süs précticus, que -v-~a co– mulgar siquiera una docena de personas?". i:'.n la Capilla no había ni una sola imagen; todo el ajuar religios:) ero : una mesa extremadamente pobre, algunos cojines viejos y sucios, unos cuadros rotos y en estado tan lamentable, que el doctor Maldona– (~O 1:e im aginó pudieran ser abundosa fuente de microbios, por lo qu~ ' decretó un día de juício" no escapando del fuego más que la m cs:l y dos candelabros p equeños, -que el Secretario de Gobierno Jiubo de limpiar por sí mísmo. Llegando a tal extremo las cosas, el Gobernador h ubo de c n c.'.1~·– garse d e la llave de la Capilla. Todos los 17, 18 y 19 de cada mes, a:::y;– tur.1hraba a abrirla; mandaba barrerla, encargando a la seiíorita i\Jw Sierra_e l arreglo y adorno de un pequeño altar, h echo con cajones, y. a. instancias del mismo, se hacía un tri duo a San José. Desde m uv tcni– p r ano ele la mañana, las dos campanitas, que pendían de unos palo:; al to.do de la Capilla, dejaban oír su débil y cascada voz, avisando al pt.eblo la hora del Triduo. En verdad que la concurrencfo n o era gran– de, pero, con10 no faltaba nunca el doctor Maldonado y sus emplea d'.),;, " era de·ver cómo se apresuraban a asistir, sobre todo -las mujeres, 1w tanto por devoción, cuanto por la reprimenda, según se nos ha inL>:·– mado, que despu és no había de faltar". Por este mismo tiempo, meses antes de llegar los Padres, dchi !:1 a un accidente del que por modo inexpli cable salvó su vida el d oclo1· Maldouado, al caer un enorme árbol -de "purgo", hizo fabricar del mis– mo tronco una hermosa imagen del Corazón de Jesús, de su mism,1 talla, siendo l a que hasta hoy se conserva en nuestra Iglesia tan per– fecta como e l día en que se b endijo. Magnífica labor la de este mandatario, que no sol amente m iraba por los intereses materiales del pueblo, sino que también se preocupa– ba, como salta a la vista, por los intereses espirituales. Lo hasta aquí dicho habla muy alto de sus virtudes, y, como en otras partes de este

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