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cia. Comenzó por intensificar la agi-icultura, la cría de ganado y animales domésticos. Varias veces las periódi– cas crecientes del r.ío anularon sus esfuerzos, y siempre el animoso padre Samuel volvía a empezar con el mismo denuedo, tapando aquí cañaotes, levantando allí male– cones, haciendo titánicos esfuerzos con los escasos medios de que disponía para superar a la adversa naturaleza. En cuanto a edificios, levantó dos salones amplios p ara los indígenas internos; construyó la casa de las Her• manas Misioneras, que llegaron a establecerse pocos me– ses después de haber asumido él la dirección, y el cole– gio para niñas indígenas, todo lo cual formaba un cua– dro de 30 meti-os de frente por otros tanto de lado y lado. A pesar de estos trabajos materiales, por ningún con– cepto desatendía la instrucción y educación de los indí– genas. Sudoroso, jadeante, con el rostro encendido llega– ba de las faenas agrícolas, y su primer cuidado era la atención de los muchachos: les distribuía ordenadamen– te el estudio y se entregaba a la ·clase como si no tuviese otro cuidado ni otra atención en el mundo. Y en la evangelización de · los indios que viven dis– ¡persos por los caños, aunque este oficio lo cumplía con.s– tante _ y cabalmente su compañero, el padre Santos, mas ta~hién él hizo penosas y arriesgadas excUl'siones en bus– ca de almas, y se gozaba en el Señor con las que conse• guía traer para su educación en el internado, donde les pl'odigaba todo el cariño, todo el ~uidado paternal. En fin, no se podía saber cuál ern su inclinación fa– vorita; en los ministerios eclesiásticos parecía nacido pa• ira ellos; en la escuela se entregaba a los discípulos con el fervo1· del más entusiasmado maestro; en los trabajos matexiales difícilmente le aventajaba el más sufrido peón. Nur;ica los reveses y fracasos apocaro_n su ánimo, nunca 67
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