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el. chinchorro, y luego uno por uno a todos los circuns– tantes, yendo después cada cual a sentarse en cucliUas donde mejor le cuadrara. Poco a poco fue animándose la conversación con his– torias de los visitantes sobre acontecimientos de caza y pesca que les habían ocurrido en días anteriores por los morichales o por las barras, las que escuchaban boquia– bjertos los visitados sin interrumpir más que de cuando en cuando con un ligero «ajá)) en señal de asentimiento. Luego ·se cambió el turno, durando ambos una hora. Una lámpara de petróleo iluminaba con pálidos rayos aque– lla amalgama de edades y sexos. En esto, el padre .Santos, alto y delgado, de presencia mística, más mistificada ahora por los reflejos de la lám– pal'a, se coloca de pie junto al jefe y da la señal · para que todos escuchen sus palabras que salen Huidas en el idioma de los .indios, acomodadas a la idiosincrasia de ellos, explicándoles el motivo de la convocatoria, algu– nas de las principales verdades de nuestra fe, y les ex– horta cálidamente a admitirlas y abrazarlas para su bien temporal y eterno. Aquellos corazones, ávido~ de felicidad y mejora -pues eran corazones humanos, como los que late en pechos civilizados-, se abrían dócilmente como se abren los capullos de la flor al céfiro de la mañana para recibir las gotas de rocío vivificadoras. Finaliza la sesión preparatoria con cánticos religio– sos, sencillos y devotos, que repetimos al unísono los otros misioneros, y aprenden los indios sin gran esfuerzo, pues tienen oído finísimo y afición por la música. Administramos veintisiete bautismos, y así éstos co– mo los bautizados en excursiones anteriores recibieron de manos del Prelado el sacramento de la confirmación, re- 63
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