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su hmdación., y yo los transcribo coll la sencillez y natu– ralidad con que brotaron de sus labios por conceptuarlos así de más valor para la historia, para los misioneros y para la humanidad. «El día 13 de marzo -dice- de 1925 desembax– qué con Monseñor Diego A. A. Nistal y fray Darío de Renedo un poco más abajo de este sitio, junto al rancho del indio Torres. Así que llegamos y sacamos de 1a em– barcación la caja de los ornamentos y otra cajita en la que llevaba mi chinchorro, me fui con fray Darío por det1·ás del rancho y cuando comprendí que nadie me veía sino el Hermano, me postré en tierra y la besé dando gracias a nuestro _Señor por haberme concedido la dicha tan grande de vivir entre infieles, de mí por tanto tiem– po pedida y deseada, y entonamos un Te Deum. Luego de descansar un rato, regresamos inspeccio– nanilo Ju ribera y escogimos este luga1· donde ahora esta– mos para erigir sobre él la primera casa entre los indios del Bajo Orinoco. Poi· todo refugio había un rancho des– tartalado entre maleza y espinos. Monseñor Nistal y fray Darío se volvieron a Tucupta ese mismo día, aconseján– dome el Obispo que mientras llegaba mi compañero, pa– ra que no estuviera tan solo, fuera a hospedarme a casa de unos criollos que mornban más arriba en el caño Ara– guao. Yo preferí quedarme aquí entre los indios. Luego, con ayuda de ellos, hice la tala o desmonte de los alrede– dores, teniendo la casita limpia y ordenada para vivh- en ella el 19 de marzo, fiesta del glorioso Patriarca San José, inaugurándola ese día con una misa al aire libre que oyeron todos los indios de esta comarca.» Los trabajos y penalidades que necesariamente tuvo que sufrir, no me los describió... ¡porque claramente se dejan suponer! En UE rancho de cinco varas de largo .55
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