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Por entre las sombras aparecen luego dos misioneros coa hábito gTis, uno de luenga harba y otl'O de escuálida f.i. gura, rodeados de unos cuantos indiecitos que, locos de contento al ver la lancha y distinguir a Monseñor, em– piezan a gritar, correr, l.,rinca1· y blandir en alto sus machetes, demostrando todos justo alborozo por su lle– gada. Saltamos a tierra, abrnzamos con efusión a nuestros Hermanos y prodigamos caricias mil u los indiecitos ob– sequiándoles con dulces y ot1·os regalos. ¡La Divina Pastora del Araguaimujo! ... No es una ciudad, ni siquiera un pueblo. No es más que un di– minuto lugar en medio de la inmensa y pavorosa selva, en medio de los intrincados y abrumadores caños, donde se fundó en 1925 la Casa-i\1.isión de este nombre parn recogei· los indios abandonados e incultos, instruirlos ma– terial y espiritualmente, y darles educación física y mo• ral. Y con decÍI' esto, se agolpan a nuestra mente los indecibles trabajos, más numerosos que los árboles de la espesa selva, los sacrificios, más abrumadores que las aguas de los .intrincados caños, el cornje y valentía que supone el ·arrostrarlos, aunque sea para caer en ellos muerto. Precisamente, estoy ante el insigne misionero funda– dor de esta Misión, ante el fraile de escuálida figura con todos los dejes y acentos de una santidad extraordinaria, el padre Santos de Abelgas -tal es su nombre capuchi– no (1 )-, el cual me relata ingenuamente los albores de (1) .Nacido en Ahelgas (Lión, España) el 10 de agosto de 1818 tomó el hábito Capuchino el l de noviembre de 1896 y se ordenó de sacerdote el 25 de mayo de 1907. Pasó su vidlt dedicada por entero al apostolado, primero en las regiones cultas de Venezue~ y, al establecerse la Misión del Caroní, se incorporó a ella, dejando en todas partes hermosos ejemplos de virtud. Falleció en olor de san– tidnd el 28 de diciembre de 1937. 5-1
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