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las Misiones españolas; los pueblos tienen agradable as– pecto por su regularidad en la construcción y alineamien– to de las calles ... Todo nos recuerda aquí lo que nuestras plantaciones de Alemania encierran de fantástico y atrac– tivo, y hacen reconocer la huella del hombre laborioso e .inteligente, fomentando la agricultura en toda su ex– tensión, en medio de aquellos montes agrestes, hasta en– tonces improductivos». Y podría traer más citas a este es– tilo que se hallan dispersas por sus obras, advirtiendo que Humboldt, como fervoroso protestante, iba prevenido contra la labor de las Misiones católicas, y lo deja en– trever en algunos puntos. Además, « ¡nada dejaron!»... ¿Pues, qué? ¿Es po– co treinta pueblos con milla1·es de indios reducidos a vida civilizada? --¿Que muchos se huyeron? ¿Y quién los ahuyen– tó? « ¡Nada dejaron!» ... Quien desee averiguar la fal– sedad de esto, que se dirija a la Purísima Concepción del Coroní y allí verá restos de un precioso monumento de– rruido por la piqueta de ciertos ambiciosos que iban bus– cando supuestos entierros de oro; todavía en sus muros existen frescos que la acción de las aguas y de la luz no han podido borrar. Que vaya a San Pablo de Cumamo y verá trozos del camino empedrado o calzada construida por los Misioneros Capuchinos a través de la serranía de Nuria rumbo a El Palmar. Que vaya a San Juan Bautista de Avechica y encontrará tramos de otra calzada a tra– vés de escarpados cenos, dirección a Tupuquén. Los ta– pones de contención, para abrevadero de animales en verano, aun existentes en El Miamo, Cuma, Aima, Guasi– pati, etc., ¿no fueron construidos por los Misioneros Ca– puchinos? Los muros de mampostería de Aima y de San Rafael de Carapo, los de piedra y ladrillo de San Juan 32
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