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de aquellos seres, hinchados po1· la vigilia y por la ac• ción del alcohol. Cuando los llamaba el astro rey para de– jar el lecho, precisamente se fueron entonces a ocupar• lo, y yo me levantaba para celebrar el santo sacrificio de la Misa. 8.-CURA PR-ODIGIOSA. Preparando estaba por la tarde mi hagaje para con– tinuar la mañana siguiente hacia la casa de Misión, cuan• do llegaron unos indios de Ur.imbatá a decirme que en el caserío ele ellos había un joven muy enfermo, el cual me llamaba con insistencia para que le diese algún re• medio, pues sabía que yo era un buen médico por la cu– ración verificada con la india de Uonkén. Traté de excu– sarme, alegando que ese caserío quedaba fuera de mi iti– nerario, que ya tenía mucho tiempo fuera de la Misión y debía llegar cuanto antes a ella, que no tenía allí medi– cinas a mano, etc. Nada me valió; fueron tan apremiantes sus ruegos y tan grave me pusieron el caso, que accedí no tanto para curarle cuanto para que no muriera sm sacramentos. Fue una jornada intensa de sol a sol por terreno ás– pero y pedregoso. Los únicos zapatos que llevaba, podri– <los y medio deshechos de tanto caminar, acabaron de deshacerse, teniendo que seguir la marcha a pie descalzo. Eran tales las moletias de las piedras, que me retor– cía como un trompo a cada paso, viéndose obligados los indios a improvisarme unas sandalias con la penca de la palma de moriche, que amarré a los pies con fibras de la misma palma, porque ni cuerdas tenía ya. Todo lo había ido dejando en el camino entre los indios. Mi si- 222

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