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varí cuando ejerce las curas. Ese espíritu protector re– sidente en los cuarzos que lleva el curandero tiene el nom– bre de piasí, y de él procede la voz piasán, que quiere decir espiritado. Luego construye el muréi, que es un banquillo o asiento de madera, hecho de una sola pieza y que mide unos treinta centímetros de alto por unos cuarenta de largo, dándole la forma de un animal silves– tre, por ejemplo, de tigre, cachicamo, tortuga, mono, etc., sobre el cual se sentará siempre que vaya a practicar las curas. Entonces ya no le resta sino seguir algún tiempo más con el viejo para aprender las ceremonias de asis– tencia a los enfermos. Grandes deseos tenía yo de asistir a una cura verifi– cada por el piache, y, valiéndome de la amistad que ad– quirí con el jefe, logré convencer al piache de que no era obstáculo mi presencia para que él efectuara sus ce– remonias. He aquí el modo cómo lo hace: Cuando todo está ya a oscuras y reina el silencio en la casa, empieza por tomar agua hervida de tabaco hasta emborracharse, por– que sólo así puede tener la comunicación con los Mava– rí. Se sienta luego al lado del enfermo en el muréi o ban– quillo especial, teniendo en la mano derecha una rama de hojas secas que le sirven de maraca, y con voz lán– guida empieza el monótono canto que, de cuando en cuan– do, suspende para tornar a beber agua de tabaco. A in– tervalos se levanta y da vueltas alrededor del chinchorro donde yace el paciente, se tumba en el suelo llamando al espíritu para que descienda, vuelve a levantarse y con las ramas hace el ruido mímico del espíritu en su des– censo, conversa con él, y para convencer a los oyentes de ello finge diversas voces, haciéndoles creer que es el espíritu quien contesta . Estas acciones las repite durante 216
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