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que imaginarse puede; pe.ro no en el sentido de que fue– ran fieros o agresivos ni entre sí ni con otras tribus ni con el visitante. En sus charlas eran amenos y graciosos y tan pronto como se familiarizaron conmigo me abrieron las puertas de su corazón con un espíritu ingenuo e in– fantil. No tienen narraciones de peleas o batallas; pero tie– nen muchos cuentos, en los que predomina la personifi– cación de animales y objetos. Referiré uno para mues– tra, conservando en lo posible su estilo narrativo. Este es el de AKARAPICHAIMA: Akarapichaimá significa gran cigarra o langosta. En– tre estos indios hay la costumbre de ponerse nombres tomados de la flora o de la fauna o de algún defecto fí– sico notable, y así Akarapichaimá era un indio joven a quien por gracia o desgracia le cayó este nombre, y to– dos le conocían por él. «A Akarapichaimá se le metió cierto día en la ca– beza ir a coger ranas al mar (1). Su padre le disuadía de ello diciendo: -No vayas, hijo mío; mira que esas ranas son muy grandes ; te pueden arrastrar al fondo y puedes aho– ga1·te. Akarapichaimá no prestó oídos a este consejo de su padre. -Yo también soy grande -contestó. Sen, sen, sen, sen (2). Se fue. Acechando estaba por la orilla la salida de alguna rana. Vio una sentada fuera, tomando el sol. (1) Estos indios sólo conocen el mar de oídas y se lo figuran como una laguna muy grande; por eso creen que allí hay ranas y que éstas son descomunales. (2) Palabra onomatopéyica de andar. 202

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