BCCCAP00000000000000000000745
sazón toda la noche, vuelvo a hacerme examinar al día siguiente y me sacaron veintinueve. ¡Cincuenta y' seis huecos en los pies! ¡Cincuenta y seis ayes al caminar! ¡Cincuenta y seis maldiciones a esta clase de pulgas! 6.-DE RAUDAL EN RAUDAL. Regresaron mis indios, como dije, a las cinco horas con otra emba rcación más elegante. Era una canoa, no de corteza, sino del tronco grueso de un árbol, que habían pulido y ahuec ado hasta darle forma conveniente para que bogara y llevarn carga. Metidos en ella los bá rtulos, nos echamos río abajo. Al poco rato llegamos a una se– rie de raudales o torrenteras que, aunque n o parecían gran cosa, mas algunas tenían dos metros de caída. Los indios, sin decir oste ni moste, se lanzaron de cabeza sobre la primeru . Al p ercatarme del peligro, temiendo por mi vida y por la pérdida de los obje tos, les grité con amenaza que bogaran hacia la orilla . Pero l a corriente nos había cogi– do ya por sn cuenta y nos llevó irresistiblemente a la se– gunda, a la tercera ... , a la última. Los indios auilaban co- . mo aragu atos, blandfan los canaletes, hacían contorsiones y lo tomaban a fiesta divertida; yo me desesperaba enco– mendándome a todos los santos y h aciendo el acto de con– trición. Al caer poi· la torrentera, iba la enriara dispara– da como una flecha, dando la sensación de marchar de proa al fondo; después de hacer caído, se empinaba, pa– reciendo que iba a hundü-se de popa; en el espacio entre uno y otro raudal deslizábase rápida tornando a babor y estribor. Todo fue cosa de pocos minutos, pero azaro– sos y de miedo. Salimos sin accidente, ¡gracias a Dios!, pero ·empapados en aglila, y lo peor de lo · malo foe que 194
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz