BCCCAP00000000000000000000745

tros sobre el nivel del mar. Del .límite de este horizonte surgían ya nubes gruesas, que avanzaban por el cielo a carrera tendida. Aumentó el viento, que sacudía los ár– boles, trayendo de la selva a la sabana bandadas de hojas secas que revoloteaban en todas direcciones. A tal punto, vuelvo los ojos y veo a mis indios que llegan con paso acelerado. Traían en el rostro, brazos y piernas anchas franjas de pintura roja y negra, que les daban el aspecto de ir a una danza macabra. -¿Para qué os habéis pintado así? -les pregunto. -Para espantar Mavarí, que habita estos cerrosi - --con- testó el n ativo de Uonkén. -¿Cómo sabéis que vive por aquí Mavarí? ¿Le ha– béis visto alguna vez? -Indio no ha visto, pero sí vive, y está bravo. ¿No ves cómo amenaza con tormenta? -La tormenta no la forman los espíritus; la forman los elementos: el calor, el agua, el viento ... -Yo no sé; yo sabiendo que aquí vive Mavarí, y qúe siempre que pasando por aquí, siempre viniendo tormenta, siempre rayos y truenos. Por eso indio no ha– cer aquí nunca casa. Vamos ligero montaña hacer ran– cho; no rancho por torito. 3.-ESTALLA LA TORMENTA. Siguieron a marcha forzada, y yo iba detrás a duras penas. Las nubes, pesadas y lúgubres, se adueñaban del espacio minuto tras minuto. Entramos en la foresta. Los árboles se inclinaban azotados por el viento y exha– laban prolongados suspiros. En proporción que nos inter– nábamos aumentaba la oscuridad. Me daba la sensación de 188

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz