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separación definitiva del cuerpo (muerte); mas no saben adónde van a parar esas almas después de la separación. Creen también en la existencia de otros seres supeº :riores (espíritus), los cuales hacen el oficio de padres -en sentido protector, no progenitor- cada uno de una clase de seres o elementos de la naturaleza, pero no les tributan culto u honor; les temen, sí, febrilmente, por• que sus influencias melen ser malignas. Las acciones que irritan a esos espíritus no suelen ser precisamente las in– morales, sino cualquier otra insignificante, v. gr., si un indio flecha un pájaro o animal, puede ser que el espfri– tú protector de ellos se enoje y le fleche a él o a su hijo de una manera invisible, causándole alguna enfermedad; si otro se acerca a una montaña o cerro y regresa con fie– bres, éstas fueron causadas por el espíritu protector de aquel monte, el cual no quería que entonces se acercara nadie por allí. Como p1·eventivo contra el enojo de los espíritus usan el tatuaje y el maquillaje, y como cosa algo más espiri– tual para apartar de ellos las malas influencias espíritas emplean el soplo acompañado de ciertos recitados, que podría equivaler a lo que en nuestro idioma llamamos en– salme. Mas, para aplacarlos, cuando enojados les han cau– sado ' ya algún mal (enfermedad), acuden a la interven– ción del piache, que es el brujo o curandero de ellos. Bajo el aspecto sicológico, los indios de la Gran Sa– bana, así jóvenes como viejos, son niños en todas sus ma– nifestaciones, y suscribo lo que de los suyos dice otro mi– sionero: << El indio es niño en sus alegrías prontas como en sus tristezas de corta duración; niño en su incuria e imprevisión; niño en su incomtancia y niño sobre todo en sus flaquezas morales. Es ladrón de ocasión y mentiro– so de circunstancias, y está a merced del más fuerte que 128
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