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codiciada goma; pero la estupidez de muchos obreros que, por no subir a los árboles, los tumbaban para ha– cer más fácilmente las incisiones de sangría, y la desme– dida codicia de ciertos empresarios que adulteraban el producto, echó este negocio por tierra. Entonces empe– zaron a dedicarse a la extracción del metal amarillo. Fue tal la cantidad de aluviones y vetas descubiertas en poco tiempo, que los cochanos y las morocotas corrían hasta por las manos de gente descamisada, y rodaban por las mesas de los cafés y casas de juego. ¿Me creería usted si le digo que algunos, en las orgías de Carnaval, en vez de arrojar bombones a la concurrencia, la arrojaban co– chanos y monedas de oro? Pues, créalo o no lo crea, así es la verdad, tal como se la cuento ya, que no sé mentir. En la mina de Zulia, por los lados del Chikanán, se co– gía una lata de oro en menos de una hora. En el filón de Urói, al explotar la dinamita, saltaban piedras que con– tenían tres y cuatro kilos de oro neto. Pero, si esto es verdad pura, más verdad es que nii;igún minero se ha enriquecido con tanto oro, porque con una mano lo co– gen y con otra lo gastan: ¡dineros de sacristán, cantan– do se vienen, cantando se van! Y contando estas historias llegamos a Morajuana, lí– mite del viaje del señor Sucre y principio de mi verda– dera aventura. 4.--nONDE ESTA EL OR-0. Morajuana es lo que llaman allí ·una estación mine– ra; una casita con cuatro habitaciones: una, donde re– posa el señor Sucre cuando llega a tratar los asuntos de la empresa ; otra, que utiliza para lo mismo el adminis- 101

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