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2.-EL ARTE DE VIAJAR. Mi primer cuidado, por la tarde, fue visitar al señor Sucre. Era el señor Sucre una magnífica persona, activo re-· presentante y accionista de la firma comercial Rosales & Compañía, la cual explotaba unas concesiones auríferas en la región del alto Cuyuní, punto obligado de paso a la Gran Sabana. Expúsele escuetamente mi propósito, y él me pre– guntó: - ¿ De qué guías o rumberos dispone usted? -Yo no disponga más que del sincero anhelo de cumplir la orden que se me ha dado. Es la primera vez que vengo a Tumeremo y no conozco a nadie por estas tierras. A sus indicaciones me atengo. -Pero ¿ cree usted que es ése un camino trillado y de cuatrn días de jornada? Hasta las minas de Carabobo no se ven sino cinco o seis ranchos de mala muerte por espacio de siete días bien rendidos. El resto no lo conoz– co, porque nunca lo he traficado, mas puedo decirle que todo él es de penosas marchas por escarpados cerros cu– biertos de espesísima selva y que no encontrará un ser racional en todo el trayecto, sólo animales y bichos. ¿ Có– mo puede meterse usted, joven y sin experiencia, por esos lugares sin llevar personas conocedoras que sean de su absoluta confianza? -He recibido la orden y la quiero cumplir a despe– cho de obstáculos y dificultades. - ¡Fraile y español tenía que ser usted para contes– tar de esa manera ! -dijo en tono admirativo. Detúvose un rato y luego prosiguió-: Mire: pasado mañana voy 97
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