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-Perdone, ¿ adónde viaJa usted? -A Tumeremo. - ¿No podría darme un ladito? -Con mucho gusto, padre. Si usted supiera, yo soy muy religioso. Y no soy de los que consideran a los curas como mabita. -Gracias, amigo. ¿ Y a qué hora va a salir'? -Ahorita mismo. Voy a hacer una pequeña diligen• cia y vengo a buscarle. En la casa parroquial, ¿no? -Allí le espero. Y a sabía yo algo de lo que son las expresiones ahora, ahorita y otras de este estilo en Venezuela. Después de tres años de permanencia en esta tierra tropical, donde un hombre apresurado puede decirse que es o será un hombre fracasado, he tenido que resignarme a aceptar filosóficamente las demoras; pern en un principio me lle– vé buenos chascos, esperando de pie, como un policía, tres y cuatro horas a los que me decían: «vengo ahorita». Rabié y pataleé y les insulté a veces; pern en vista de que todos hacían lo mismo, ~cabé haciendo lo propio, por aquello de «donde quiera que fueres haz lo que vie– res». Así que en esta ocasión me fui a casa, me senté a la mesa, comí, tranquilo, dormí un buen rato de siesta, me levanté y recé el Oficio divino ... -¡Tan, tan!, llaman. Miro el reloj: - ¡Ah, sí, ahorita, igual a tres horas! Abro la puerta. El del camión me saluda: -¡Hola, buenas! ¿ Está listo? - ¡Hombre, no me has dado casi tiempo!. .. Salimos a las dos de la tarde. A las nueve llegamos a Guasipati, donde hicimos noche, y el día siguiente, a las once de la mañana, entrábamos en Tumeremo. 96
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