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hecho- no siempre producen la felicidad. Es en este mundo encantado, del que son excluidos por diversas razones la mayor parte de los hombres, donde se da el porcentaje quizá más notable de desengañados, can– sados y desesperados. La prensa frívola nos estreme– ce con casos desconcertantes de artistas y de gente fa– mosa que deserta cobardemente de la vida ingiriendo barbitúricos o pegándose un tiro en la sien. La nota definidora del pesimista es un radical des– contento ante la vida. Es el caso típico de Job que mal– dice el día en que fue engendrado y que acusa, de un modo dramático y alucinante, el "tedio de la vida" que le resulta inaguantable. Es Segismundo -el protago– nista encadenado de Calderón- que protesta de su situación inferior y no encuentra más pecado que "el delito de nacer". El pesimista no tiene serenidad ni equilibrio para enfocar todo el ámbito de la realidad y es tremenda– mente parcial con la misma. Parece que disfruta enfo– cando al detalle las parcelas oscuras de la existencia humana y de su vida en particular. Ve todo lo negro, lo imperfecto, lo desagradable, los fallos -lógicos en el proceso de una vida- pero pasa por alto lo positivo, lo válido, lo ejemplar. De este modo deforma la reali– dad. Esto ocurre porque el pesimista lo ve todo a través de cristales oscuros, de gafas ahumadas, de "negati– vos" que ofrecen la realidad oscurecida. Decía un hu– morist~ en un golpe de caricatura: "Con cristales ne– gros las palomas parecen cuervos". El pesimista es un fanático del negro, con lo cual hace resaltar los mo– mentos amargos de su vida, los fallos de los hombres, la lucha por la existencia. 170

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