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proyecc1on de futuro-, pero con una visión nítida de las posibilidades del presente. El "bien posible" es el bien concreto aquí y ahora. La mayor parte de los hombres se priva continuamente de este bien argu– mentando que se puede pedir y exigir mucho más. No obstante, de hecho privarse de este bien equivale a quedarse sin nada. Es el rotundo y realista: "Vale más pájaro en mano que ciento volando". De cara a la construcción de un mundo mejor, es decir con el Concilio de un mundo más conforme a los designios del Creador, el optimista aprovecha los resultados positivos de cada circunstancia. De este modo, actúa con eficacia a corto y a largo plazo, ya que no se deja llevar por idealismos difusos. No dice con los teorizantes: "al pobre no le des pan ni pesca– do, ayúdale a pescar y a ganarse el pan por sí mis– mo". Porque el optimista es práctico y sabe· que, si es– peramos a que el hombre aprenda a ganarse el pan y a pescar se encontrará muchos días con la mesa va– cía. No se fía de los teóricos que ponen sobre los hombros de la sociedad todas las cargas, porque sa– be por experiencia que muchas de las empresas ejem– plares en favor de los menesterosos han brotado del esfuerzo personal y se mantienen gracias a la entre– ga de unos pocos. Se agarra al bien posible y aporta su colaboración desinteresada a cualquier empresa, por insignificante que parezca. La gran virtud del optimista es la esperanza. No se inhibe pensando en la posibilidad del fracaso, que ésa es una actitud cobarde. Y es curioso constatar que han sido siempre estos hombres esperanzados los que han abierto caminos, han ensayado experiencias nuevas y han quemado su vida por los demás sin ha– cer caso de las ironías, las reticencias y las críticas 168

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