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El optimista ama la vida y tiene un sentido espe– cial para captar lo positivo en todas sus manifesta– ciones. Sabe ver siempre los paisajes luminosos, los aspectos agradables, el lado bueno de las cosas. Y se da el caso curioso que, mientras más conoce a los hombres más los arna. Filósofos, pensadores y forma– dores nos han dicho casi siempre lo contrario: que mientras mejor se conoce al hombre más se pone uno a la defensiva. No es que se caiga en el derrotismo del filósofo que se atrevió a proclamar: "el hombre es un lobo para el hombre". Casi tocio el mundo siente un día hastío y asco, cansancio y ráusea ante los hom– bres. El optimista da de lado con facilidad las natura– les sombras para enfocar los aspectos luminosos que nunca faltan. Contra una apreciación superficial de las cosas, el optimista no se pierde en las nubes, sino que se en– raíza en la realidad. Es inconform sta, por eso batalla tanto para conseguir un cambio dentro de sí mismo y en el mundo circundante. Lo que pasa es que ha llega– do a conclusiones sabias, decantadas por la experien– cia y por su misma intuición de hombre siempre aler– ta. Una de estas conclusiones, que implica pondera– ción y madurez, es que no se consigue nada con la– mentos vanos ni con críticas amargas. El camino de la eficacia es trabajar y esperar. No se consigue nada cruzándose de brazos, sino poniendo manos a la obra sin pérdida de tiempo. Trabajar y esperar y sacar par– tido de las cualidades y virtudes del hombre e, inclu– so, de sus mismos defectos. El optimista nos da una hermosa lección de realis– mo sacando todo el bien posible de cada circunstan– cia. Cierto, que sabe tomar el pulso como nadie al mañana -el optimista tiene sier,pre sensibilidad y '"!67

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