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OPTIMISTAS Y PESIMISTAS Me gustaría intentar una impostación metafísica del tema, pero excede rotundamente mis conocimien– tos y está muy por encima de mi alcance. Entonces, voy a situarme en una plataforma más modesta para brindar unas notas y apuntaciones de ensayo. En últi– ma instancia, cada página del Evangelio y cada "flore– cilla" de la "santa y bella reforma capuchina" son una invitación a la visión gozosa y optimista del mun– do. El optimismo es un modo de ser y de actuar que interesa vitalmente a todo el hombre. Es una actitud ante la vida que se va moldeando y formando desde la niñez. Como toda actitud madura no se explica con la visión unilateral de cualquiera de sus componentes aislados, sino que hay que proyectar la reflexión so– bre la totalidad. Marañón y Laín Entralgo nos ofrecen agudas consideraciones sobre la biología del optimis– mo, pero la biología es sólo una parcela. El mismo Laín recurre frecuentemente a la teología como "mira– dor de más alto alcance". Ciertamente, en el sustrato más hondo del optimis– mo nos encontramos con Dios. El optimismo tiene su raíz más profunda y sus condicionamientos más sóli· dos en la esperanza cristiana, que es seguridad de ser y de perduración más allá del tiempo. Con todo, los más depurados ascetas encuentran en el mundo una cantidad enorme de motivaciones de su optimismo. Nadie ignora que el paisaje, el medio ambiente, la si- 164

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