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El fariseo vierte el veneno de su mal corazón en los corazones sencillos y los hace "dos veces peores que él". Por donde quiera que pasa deja un rastro vis– coso de insinuaciones, reticencias, deformación de la verdad, difamación. Serpientes que van zigzagueando con su sonrisa hipócrita y con disfraces de austeridad edificante para inocular el veneno mortal cuando se presente la ocasión. Y dentro de la especie, más que serpiente, víbora que se oculta y se agazapa hasta que llegue su hora. La hora del fariseo es la del poder de las tinieblas. Por algo dijo Cristo: "Guardaos del fermento de los fariseos que es la hipocresía". 142

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