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Pero, una vez conseguidos sus objetivos de ambición, no piensa en quienes le han elevado sino con despre– cio. En realidad, sabe que ha subido en el escalafón arrastrándose cobarde y vergonzantemente. Son dig– nas de un examen serio las palabras de Marañón: "Cuando se hace el bien a un resentido, el bienhe– chor queda para siempre inscrito en la lista negra de aquél. El resentido crece muchas veces por esa razón, a la sombra de los poderosos. Y éstos no deben olvidar que en su séquito brillante está, in– evitablemente, oculto y acechando el resentimien– to". ¡Qué radiografía tan inteligente del resentido! Den– tro de nuestro pequeño mufldo de relaciones, todos te– nemos alguna anécdota para corroborar las palabras del maestro. Los hombres sencillos son muy sensibles al favor que se les hace.: No pueden olvidar que, en aquella etapa difícil de su vida, se les tendió un ca– ble que les restableció moralmente. El resentido, en cambio, se siente humillado porque sabe que fue ele– vado, no por méritos personales, sino merced al inte– rés y a la generosidad de que fue objeto. A la incapa– cidad de amor -ya reseñada- se une una estúpida vanidad y una ambición insaciable. Es corriente oir a políticos, educadores y padres de familia expresiones de este estilo: "El caso es que he hecho por él tantas cosas que no puedo explicarme su reacción. Tengo la impre– sión no sólo de que no me lo agradece, sino que además me odia". E! fenómeno es curioso y se da en todos los órde- 122
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