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228 P. PIO M.ª DE MONDREGANES, O. P. M. CAP. En la invocación decimos que el Corazón divino es nues– tra esperanza. ¿Se interesa Jesús por nuestra salvación? Oíd lo que nos dice la Escritura: «Esto es bueno y grato ante Dios nuestro Salvador, el que quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad. Porque uno es Dios, uno también el Mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús, que se entregó a Sí mismo para redención de todos» (131). Y San Juan Evangelista añade: «Tanto amó Dios al mundo que le dio su Unigénito Hijo para que todo el que crea en El no perezca, sino que tenga ]a vida eterna ; pues Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para que juzgue al mundo, sino para que el mundo sea salvo por El» (132). El mismo nombre de Jesús quiere decir Salvador. El Verbo Encarnado es el Mediador, el que murió por nues– tra salud, el que nos rescató con su sangre, el que murió por todos sin excepción. «Yo soy la resurrección y la vida ; el que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí no morirá para siempre» (133). 2. Para la salvación de los hombres instituyó la Igle– sia, arca salutis. Confirió sus poderes a los Apóstoles y sucesores: «Me ha sido dado todo poder en los cielos y en la tierra; id, pues, y enseñad a todas las gentes, bau– tizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espí– ritu Santo, enseñándoles a observar todo cuanto yo os he mandado» (134). «Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bau- (131) l Tim., II, 3-5. (132) Jn., III, 16-17. (133) Jn., XI, 25-26. (134) Mat., XXVIII, 17-20.
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