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HORNO ARÓIENI'E DE CARIDAD 217 solados» (111). Lloraremos a veces por tantos motivos que afligen el alma o quizá también al cuerpo. El consuelo no nos vendrá del mundo, porque no lo tiene real y sincero ; sólo nos podrá venir de la fuente inago• table del Corazón divino. La fuerza que sostiene en la prueba, el remedio que cura la enfermedad, el don que compensa una pérdida, se puede asegurar con la oración humilde y constante. Si no podemos evitar los sufrimien– tos, pidamos, al Corazón divino la gracia de soportarlos con resignación. Los estoicos aceptaban el dolor con apa– tía e indiferencia para sufrir menos; nosotros acepta– mos el sufrimiento con resignación cristiana, con pa– ciencia y conformidad a las disposiciones providenciales. Recibamos el dolor y la tribulación como los santos, como la Virgen Dolorosa y como el Varón de dolores, Jesús. Coloquios y súplicas. Corazón de Jesús, mira a mi alma angustiada por tantas culpas, cargada con tantos pecados, afligida por tantos enemigos ; dame tu conso– lación. Ante tu Sagrario me postro contrito y humilla– do, te pido perdón, compasión, misericordia. Dame la fuerza, alárgame la mano como a San Pedro para que no me ahoge en este mare mágnum de dolores y de tris– tezas. Tú sólo eres mi esperanza y mi consuelo. Ilu– mina la mente, inflama el corazón, disipa las tinieblas, concede la calma, la serenidad, la alegría, el consuelo... En Ti espero y no seré confundido eternamente... Los cristianos que tenemos fe esperamos que nuestros dolores se convertirán en gozo ; que después de este valle de lágrimas hay otro mundo mejor ; que después del (111) Mat., V, 5.
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