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212 P. PIO M.ª DE MONDREGANES, O. P. M. CAP. los soldados y rompieron las piernas al primero y al otro que estaba crucificado con El; pero llegando a Je– sús, como le vieron ya muerto, no le rompieron las piernas, sino que uno de los soldados le atravesó con su lanza el costado, y al instante salió sangre y agua. El que le vio da testimonio, y su testimonio es verdade– ro; él sabe que dice verdad para que vosotros creáis ; porque esto sucedió para que se cumpliese la Escritura : «No romperéis ni uno de sus huesos.» Y otra Escritura dice también: «Mirarán al que traspasaron» (105). El evangelista San Juan, que estaba presente, nos ates– tigua eso, y algunos escritores han creído que no carece de misterio este episodio, porque contiene un simbolis– mo muy significativo. El costado de Jesús fue perforado para indicar que se abría la puerta por la cual salen los siete Sacramentos de la Iglesia. La Divina Providencia permitió que un soldado abriese el Sagrado costado con la efusión de sangre y de agua como precio de nuestra salud. De la profunda fuente del Corazón adquirieron virtud los Sacramentos de la Iglesia. No hay duda que del costado abierto de Jesús se derivan inmensos benefi– cios para las almas. Vulgarmente se dice: «Es un hombre de gran cora– zón»; <<es todo corazón»; «ama de corazón»; «en el co– razón se manifiesta el amor». Dice el profeta Isaías ha– blando de la restauración de Sión: «¿Puede la mujer olvidarse del fruto de su vientre o no compadecerse del hijo de sus entrañas? Y aunque ella se olvidara, yo no te olvidaría» (106). El amor misericordioso que fluye del. Corazón divino nunca se olvidará de las miserias, (105) Jn., XIX, 31-37. (106) Is., 49, 14-15.

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