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las almas redimidas con la Sangre de tu divino Hijo Jesús, nos presentamos ante tu real trono con la tristeza en el corazón al recuerdo de nuestros antepasados, pero con ilimitada con– fianza en tu intercesión. La muerte que rompió los vínculos terrenos no ha destruído los lazos que nos unen a los que vivieron nuestra fe en la tierra. ¡Oh María!, innumerables almas es– peran con ansia indecible el socorro de nues– tros sufragios, el mérito de nuestras obras en el lugar de expiación. Movidos por la caridad de Cristo, elevamos nuestras miradas suplican– tes y nuestro corazón amante a Ti, piadosa Madré de todos los creyentes, en favor de aque– llas almas de los difuntos de ser admitidas a la visión beatífica, sea pronto cumplido. Te ro– gamos, ¡oh Madre!, especialmente por las al– mas de nuestros parientes, por los sacerdotes, por los que se esmeraron en el culto de Dios, por los que beneficiaron a otras almas, por las almas más abandonadas. Haz que un día, reunidos todos en el cielo, podamos alegrarte en la posesión de Dios, en la gloria de tu dulce presencia, en el consorcio de los Santos, dando gracias eternamente por tantos beneficios obtenidos. Así sea. Tres Avemarías y un Requiem aeternam. Indulgencia de 500 años. Plenaria, por un mes completo. - 353 - 23

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