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dificultades en el trabajo. Someramente hemos recordado algu– nas de sus actividades en Cuba y en Tucupita, aunque por el tiempo y la variedad fue seguramente en Maracaibo donde des– plegó su mayor actividad apostólica. Uno de sus mayores logros lo encontró encauzando, dirigiendo y propagando la Legión de María. Los legionarios le hablaron de una señora metida en prácticas espiritistas a la que consiguió «convertir» con sus visi– tas y conversaciones, hasta obtener de ella la cesión de unos terrenos donde construyó una capilla y locales para reuniones y convivencias. Desde aquí planeaba las batallas lanzando sus «legiones» a la conquista de los barrios. Tras el litúrgico descanso de la siesta, comenzaba el trabajo de dirección espiritual en un despacho-almacén que había habi– litado en el patio de El Convento (Maracaibo), utilizando viejas mamparas de cristal. Y después de la cena, encasquetado en una vieja bata de baño y acompañado de un gran vaso de hielo, la televisión: películas de tiros, sesiones de lucha libre y boxeo, o documentales «de acción» ... Pero antes de dormir, siempre le quedaba tiempo para sumergirse en un largo rato de oración, con la típica postura de los ojos cerrados y la cabeza ligeramen– te inclinada. Era su forma de estar ante el Señor. En el aspecto exterior, el padre Casto fue un religioso marcado por los moldes de la tradición y nada amigo de los «caprichos progresistas». Ni siquiera permitió que en los documentos oficiales se le designase con un nombre distinto al que había utilizado desde los años de su profe– sión. Con una mentalidad un tanto cuadriculada y anclada emocional– mente en el pasado, fue un hombre de radicalidad absoluta, sospechoso de toda novedad y nostálgico de las formas y costumbres del pasado. Sin embargo, llevó una vida tal de oración, austeridad y acción apostólica que bien pueden servir para solapar sus radicalismos y jus– tificar su peculiar forma de actuación. 497

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