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cesis de Valladolid, situado a unos 30 km al Noroeste de Medina de Rioseco y a 66 km de la capital. No lejos se encuentran el río Valderaduey y el arroyo de la Vega, cuyas aguas fertilizan los campos utilizados por sus habi– tantes para la agricultura y la ganadería. Marino Rueda Tapia cursó los estudios primarios en su pue– blo natal desde 1912 a 1916. No fueron muchos los años que permaneció en su tierra. Juntamente con sus padres y sus hermanos Laurentino (sacer– dote jesuita), María (religiosa carmelita) y otro hermano asesi– nado en Puente Almuey por los maquis durante la guerra, comenzó un peregrinaje hacia las tierras del Norte, en busca de mt:'jnws perspectivas laborales para la economía familiar. Tras una parada en Sahagún, siguieron su camino hasta Puente Almuey atraídos por la minería leonesa, ofreciéndose a prestar sus servicios a la ruta del carbón que empezaba a reco– rrer el famoso tren de La Robla. Cuentan que le gustaba mucho jugar al fútbol, y en esta diversión ocupaba sus ratos de ocio siempre que su madre no le entretenía en regar las macetas y jardineras que gustaba mucho de enseñar a sus visitantes. A él nunca le gustaron las flores. Después de realizar los estudios de bachillerato en Cegoñal y en la preceptoría de Morgovejo, ingresó en el Seminario Diocesano de León, donde estudió la filosofía y parte de las dis– ciplinas teológicas. El 22 de agosto de 1926, apenas cumplidos los veinte años de edad, ingresó en el noviciado capuchino de Bilbao, termina– do el cual, hizo la profesión de votos temporales el 28 de agos– to de 1927. Al tomar el hábito le fue impuesto el nombre reli– gioso de fray Casto de Villavicencio, un nombre que no quiso 493
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