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Noviembre La primera llamada de atención sobre el estado de su salud tuvo lugar durante su primera estancia en Montehano: algunos mareos, irregularidades en la tensión ... Los médicos le impu– sieron un severo régimen alimenticio y pu<lo seguir con su acti– vidad normal. Estos primeros sobresaltos se repitieron durante el segundo trienio de estancia en Santander, debiendo ser ingresado en el hospital de Valdecilla en los comienzos de 1995. El diagnóstico resultó poco esperanzador: estaba afectado de una grave enfermedad hepática. Con un régimen muy estricto se fue recuperando, siguiendo con los cargos y las cargas de sus trabajos parroquiales. A finales de 1996 se vio obligado a ingre– sar de nuevo en el hospital. Se acentuó el control del régimen alimenticio y medicamentos, se repitieron las entradas y salidas del l10sµiLal y siguieron alternándose las recuperaciones, las reca– ídas y la reanudación, cada vez más limitada, de su actividad. El 23 de septiembre de 1997, casi desahuciado por los espe– cialistas, fue trasladado desde Valdecilla a la enfermería provin– cial con un diagnóstico terminal: hipertensión portal, varices esofágicas, insuficiencia renal crónica, pancreatitis aguda, her– nia umbilical, anemia ... Un panorama sombrío para un hom– bre joven, de cincuenta y siete años de edad. Con más ilusión que esperanzas fue ingresado en el hospi– tal «12 de Octubre» de Madrid, gracias a las gestiones realiza– das por dos sobrinos suyos que prestaban sus servicios en este centro sanitario. Lo hicieron con la intención de aplicarle el último remedio posible mediante un trasplante de hígado, que no llegó a realizarse. El 7 de octubre se encontraba de nuevo en la enfermería provincial. Nunca le faltaron las atenciones de los religiosos y familiares, en especial de su hermana religiosa; pero Dios tenía ya marcado el momento de su encuentro con el her– mano Ángel. Fue un día muy señalado en la liturgia de la Igle- 488

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