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Noviembre vida, entregado a las tareas parroquiales en los diversos conven– tos en que estuvo destinado. En 1967 fue enviado a El Pardo como profesor y colabora– dor en el equipo directivo del colegio. Fueron muchas horas empleadas como enseñante de lengua francesa, sociales y reli– gión; y también muchas las invertidas en el mantenimiento de la disciplina y cuidado espiritual de los estudiantes: vigilancia en las recreaciones, acompañamiento en el comedor, dirección espiritual, tutorías, entrevistas con los padres de alumnos e información a los mismos sobre la trayectoria académica de sus hijos ... Solamente quienes han ocupado este puesto y han gas– tado sus años en la tarea de formar humana y espiritualmente a los seminaristas puedan calibrar exactamente el valor de este trabajo . Mucha responsabilidad; un horario machaconamente rígido y pesado; cansancio físico y desánimos frecuentes ante la inutilidad del esfuerzo realizado; pocas compensaciones huma– nas y, a veces, hasta incomprensión. Hace falta mucha vocación y un ánimo de hierro para superar, día a día, las frustraciones y la tentación de abandonar porque se está consumiendo la vida inútilmente .. . Pero todo queda bien pagado con la alegría del deber cumplido gratuitamente y con generosidad. Es justo recordar la ocupación del hermano Ángel en otras actividades trasversales, hoy llamadas «talleres» que, si no espe– cíficamente académicas, sí son un complemento para la forma– ción. Era un enamorado de la jardinería. Con sus «brigadas» de voluntarios, pocos medios y mucho tesón, trató de mantener adecentados los jardines del colegio y de la fraternidad regan– do, segando, limpiando y haciendo plantaciones de árboles que todavía son testigos de su buen hacer. 486
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