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Octubre cuerpos que alimentar. Por eso, con su granito de arena, quiso también hacer su aportación al cometido de realizar plenamen– te el destino temporal y trascendental de los indios. Liberado de cargos docentes en el seminario, comenzó a dar rienda suelta a su vocación misionera recorriendo toda la geo– grafía de la Gran Sabana; haciéndose presente en todos los ran– chos y caseríos; manteniendo encuentros personales con los indígenas; enseñando, administrando sacramentos, recogiendo datos, adentrándose en la lengua y en la cultura pemón. Reco– rrió todo el río Paragua y llegó a conocer la Gran Sabana como la palma de su mano. Fue algo así como un mapa viviente de todo el vicariato que podía dar razón exacta del número de vacas del hato de La Pastora, o de los habitantes del caserío más escondido, o de los montes y cascadas, de la fauna y la flora, de las tradiciones de los indígenas o de las más sutiles derivaciones del verbo amar en lengua pemón... Con este acopio de conocimientos supo llorar sus proble– mas, gozarse con sus logros y meter una cuña de confianza en sus vidas para hacer más fructífera la evangelización. Monseñor Mariano no había realizado estudios superiores eclesiásticos o civiles; pero gozaba de una inteligencia privile– giada que aprovechó para especializarse de forma autodidacta en muchas cuestiones que consideró necesarias para el desem– peño de su trabajo. Fue un publicista de pluma ágil y fecunda, desarrollando esta faceta no por simple afición, sino como una forma comple– mentaria de acción misionera. Son numerosos los artículos publicados en las revistas Venezuela Misionera (Caracas), El Santo (Santander), El Mensajero Seráfico (Madrid), Mundo (Caracas), Montalbán (UCAB, Caracas) y Boletín (CIHEB, Caracas). 470
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