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Bello y Medalla del Trabajo del Sindicato Obrero de Ciudad Bolívar. Fue nombrado «hijo adoptivo» de Santa Elena del Uairén. La vida del misionero es una escuela de servicio sacrificado, no una cancha deportiva para presumir. En el servicio misione– ro de Mons. Mariano quizá no encontremos acontecimientos espectaculares que jalonen una cronología. Lo que sí estuvieron presentes en su vida fueron unos símbolos : la cruz del evange– lizador, el báculo del pastor y el sombrero del explorador. Son símbolos traducidos a unas realidades como el trasvase de la vivencia de Dios, el acompañamiento sostenido al que recibe la fe y el servicio a los valores humanos. Hay un refrán que jocosamente recuerda la metodología del m1s1onero: ,<Al pájaro dale alpiste, si quieres que calle el pico; al indio dale comida, si quieres verlo en camino.» Puede ser una paráfrasis del Padre Nuestro: «venga a nosotros tu reino», pero también «danos hoy el pan de cada día». Progreso temporal y misión religiosa, sin dicotomías; hacer cristianos tratando primero de hacer hombres. Las pautas evan– gelizadoras del Concilio Vaticano II estaban ya trilladas desde muy antiguo por nuestros misioneros de Venezuela, que han trabajado siempre en la evangelización al par que en la fenome– nal empresa del progreso material, socioeconómico y promo– ción humana integral de los indígenas. Monseñor Mariano Gutiérrez trabajó con estas ideas muy claras : tenía muchas almas que salvar, pero también muchos 469
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