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Octubre Sus restos fueron trasladados al cementerio de Ceades, en Gijón; después de haberse celebrado los funerales presididos por el padre provincial, que estuvo acompañado por numero– sos fieles y religiosos llegados desde Madrid, Montehano, San– tander y León. El hermano Servando trabajó con dedicación plena en casi todos los centros de la misión del Caroní. Él dirigió las obras del nuevo centro misional de las Hermanas Franciscanas de Santa Elena del Uairén y fue el promotor, el mantenedor y el alma de la estación de La Paragua, al frente de cuya parroquia trabajó treinta años en obras apostólico-sociales y puso su entu– siasmo de misionero al servicio de los fieles que le habían sido encomendados. Sin cantos de victoria por sus hazañas de explorador; sin primeras páginas en los medios de comunicación; sin premios ni condecoraciones humanas, este misionero pobre, casi indigente, desconocido fuera de su campo misional, puso todo lo que tenía y valía al servicio de la causa del Evangelio . Con ella había soñado y por ella se había visto irreme– diablemente atraído desde los años de su niñez. Con sus dotes particu– lares y unas características muy personales dedicó su vida al trabajo parroquial, actividad que le encantaba. A pesar de haber vivido muchos años en soledad, el retorno a la vida fraterna no fue para él ningún inconveniente ni le causó ningún trauma, sino todo lo contrario: se incorporó a la misma con entusias– mo, sin dar muestras de nostalgia por sus años de «misionero solitario». BIBLIOGRAFÍA: AO 2 (1998) 353; AP fol 475; BOP 250 (1997) 207-211; Flash 175 (1997) 58-61; Pacífico 246. 460

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