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Octubre A los seis meses, cuando todavía se encontraba en Caracas ya dispuesto para regresar a Santa Elena, recibió una carta de Mons. Gómez Villa comunicándole su proyecto de crear una nueva panu4uia en La Paragua, ofreciéndole la invitación para hacerse cargo de la misma. Servando aceptó inmediatamente la propuesta, y el 7 de junio de 1959 tomaba posesión. La recons– trucción de la casa parroquial, el adecentamiento del templo y la simultánea atención a los fieles fueron los proyectos que asu– mió de forma prioritaria. Este destino dejó nuevas señales marcadas en su vida, ya que en él permaneció, sin compañía alguna de otros religiosos, durante treinta años: vivió pobre, míseramente, como un ermi– taño. Sin embargo, ni las carencias materiales, ni la soledad le causaron agobio o desánimo en su trabajo. Según manifestó en algunas ocasiones, esta forma de vivir en solitario, como si fuera un sacerdote secular confinado por castigo, ni le asustaba ni le desagradaba: «Con la cama, la cocina y un poco de agua, me basta. No quiero más. No necesito más. .. » El 6 de marzo de 1984 tuvo lugar la unificación de las cua– tro jurisdicciones que tenían los capuchinos en Venezuela, con el fin de aunar fuerzas y coordinar más eficazmente su activi– dad. Así nació la actual Viceprovincia, que ocupa todo el terri– torio nacional. El hermano Servando fue adscrito a la fraterni– dad de Ciudad Bolívar, pero continuando su trabajo en La Paragua. Su vida pudo hacerse un poco «más comunitaria» con las frecuentes visitas que hacía a su nueva fraternidad, utilizan– do una vieja furgoneta, con la que sufrió más de un accidente, alguno de gran aparatosidad. Durante los últimos años de su estancia en La Paragua co– menzaron a aflorar algunas anomalías graves en su estado de 458

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