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I.· Enero Fernando fue ejecutado al día siguiente, y Fray Roberto pudo salvar su vida gracias a la intervención de un paisano vasco. Pasó por la Dirección General de Seguridad, por la cárcel Modelo, la de Ventas y la de San Antón, sufriendo en todas ellas muchas privaciones por su condición de religioso. Juzgado ante un tribunal popular, se le condenó a trabajos forzados en Nuevo Baztán, aunque pudo gozar, a partir de este momento, de una restringida libertad. Terminada la guerra, fue destinado por tercera vez al convento de Medinaceli, con los cargos de sacristán y limosnero del semina– rio de El Pardo. Enviado a las misiones de Venezuela, llegó al Vicariato del Ca– roní el 26 de marzo de 1942, siendo destinado al seminario de Upa– ta; el 29 de diciembre del mismo año es destinado a la casa parroquial, y el 13 de marzo de 1945 a Kavanayén. Durante veintio– cho años permaneció en tierras venezolanas, realizando una meri– toria labor de ayuda a los misioneros y a los indios, no solamente en sus residencias habituales de Upata y Kavanayén, sino también en Santa Elena y en Caracas. Con el mayor interés y cariño se dedicó a la instrucción de los indios, enseñándoles los oficios de carpintería, mecánica, albañilería y las labores del campo. Trabajó también como limosnero y fue un entusiasta propagador de la revista Venezuela Misionera. En 1971 regresó a España, con intención de volver a Venezuela una vez concluidas sus vacaciones. Los superiores no juzgaron oportuno su retorno a las misiones, dada su edad avanzada y el estado de su salud. Fue destinado a Bilbao, donde falleció el 29 de enero de 1976 a consecuencia de una hernia estrangulada con peri– tonitis aguda. Su muerte, aceptada con alegría, tranquilidad y resig– nación, fue sumamente edificante para los religiosos y para los numerosos fieles que le conocían y le habían asistido durante su enfermedad. Sus restos fueron trasladados al cementerio de Monte– hano. Contaba 82 años de edad y 50 de vida religiosa. 80