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cendente cursado a su familia. Poco tiempo después fue puesto en libertad. El 21 de junio de 1931 se incorporó a la misión del Caroní (Venezuela), donde permaneció hasta el 28 de julio de 1947. Vuelto a España en 1947, quedó agregado a la fraternidad de Jesús de Medinaceli, siendo destinado después a los conventos de Vigo, en 1948; Bilbao, en 1951 y Santander, en 1957. Aquí se en– contraba aún en 1960 con el cargo de Guardián, renunciando al mismo para trasladarse a Nueva Orleans (USA) como Superior de la nueva residencia que se proyectaba fundar en esta ciudad. El 31 de diciembre de 1965 fue trasladado con toda urgencia a España, al presentarse una enfermedad que fue considerada como muy grave por los médicos norteamericanos. Llegó a Barajas, por vía aérea, completamente desmejorado y enflaquecido. Se le prodi– garon todos los cuidados y asistencia médica, pero el diagnóstico de los médicos americanos se hizo realidad: a p1imeras horas del día 26 de enero de 1966 entregó su alma al Señor. Falleció a los sesenta años de edad, cuarenta y cuatro de vida religiosa y treinta y seis de vida sacerdotal. Fue magnífica, en todos los sentidos, la labor realizada por el P. Baltasar tanto en las misiones de Venezuela como en España y en Nueva Orleans. Su táctica misional en la evangelización de los indios tuvo una pauta muy clara: enseñar primero a los indios a ser hombres y, después, ayudarles a ser cristianos. Y por los trabajos en el campo comenzó su apostolado. En la revista Venezuela Misionera aparecen unas líneas con las que el P. Baltasar describía la manera de actuar de otros compañe– ros misioneros, y que él también supo llevar a la práctica: « Yo vi aquellos hermanos míos de religi,ón y de ministerio, sacerdotes que habían cursado toda la carrera eclesiástica... Yo los vi trabajar como 68

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