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fue depositario de la confianza de los superiores, confianza que él supo administrar en el trato con autoridades, bienhechores insignes y personas de toda condición social. Por su gran cortesía con todos recibió, en 1955, el Premio a la Amabilidad, concedido por la asocia– ción de Palabra Culta y Buenas Costumbres. También el famoso Perico Chicote, poseedor del más celebrado museo de vmos exqui– sitos y autor de los mejores cocktails, bautizó (sin agua) uno de ellos con el nombre de Fray Sabino. El Hno. Sabino fue un religi,oso trabajador, amable, responsable y cor– dial, tanto con los religi,osos como con las personas que acudían a la portería. Hasta en sus últimos momentos supo conservar un trato amable y la sonrisa en sus labios. Ésta fue, sin duda, su mejurfurma de dar ejemplo a los religi,osos y de ejercer su particular apostolado con los seglares. Fray Sabino sabía «muchas cosas»; conocía problemas de los religi,osos, de muchos bienhechores, de personas que acudían a nuestro convento de Medinaceli; siempre trató de guardar los secretos que se le confiaban proce– diendo, en sus conversaciones, con gran prudencia y exquisita caridad. «Oír, ver y ... callar», decía frecuentemente, al mismo tiempo que acom– pañaba sus palabras con un gesto de silencio. « Y si es necesario hablar, que sea para edificación de los demás». Éste fue su lema y ésta la pauta que siguió en su comportamiento. «En el mucho hablar no faltará pecado». BIBLIOGRAFÍA: BOP 42 (1989) 51 s; Flash, n.º 117 (1989) 24; AO 111 (1995) 167. «El Niño Seráfico», 24 (1955). 57
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