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]20 P. PÍO M.ª DE MONDREGANES, O. F. M. CAP. ARTÍCULO 3.r La Providencia de Dios Hijo. El hombre, sometido a la prueba, falló. Con el pecado origi:nal toda la humanidad quedó arruinada. Siguieron consecuencias terribles para el tiempo y para la eternidad. El hombre caído no podía levantarse por sí mismo, se hubiera perdido irremisiblemente. Dios Padre, infinito en misericordia, se compadeció de su desgracia y envió a su Unigénito Hijo para salvarle. La Segunda Persona de la Sanlístma Trinidad se encarnó. El Verbo se hizo carn.f.', habitó entre nosotros y nos redimió del pecado. Nos re– concilió con Dios, nos dio el derecho al paraíso y nos hizo herederos del cielo. ¡ Oh Providencia misericorcliosisima de Dios! ¡ Oh amor de Dios al hombre c.aído ! Con la Encarnación del Verbo la justicia y la misericordia triunfaron. lustitia et pa.r osculatae sunt (24). El fin primario de la Encarnación es la gloria de Dios. "Todas las cosas hizo por sí mismo" (25). "Yo he venido para hacer la voluntad del que me ha mandado" (26). La satisfacción a la justicia divina ofendida por el pecado era antes que la redención de la humanidad. El fin secundario y concomitante es la redención del hombre. Lo decimos en el Símbolo Niceno-Construrutinopo– litano: Propter nos Iwmines et p1·opter nostram salutem descendit de caelis et incarnallls est. Si el Hijo de Dios hubiera venido de un modo impasi– ble a este mundo, en el caso que el hombre no hubiera caí- (24) Sal., 84. 11. (25) Prov., XVI, 4. (26) Jn., V, ;10.
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