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84 ((ALVERNIA» Unos, en las cátedras, defendiendo el dogma; otros, combatiendo los errores, las herejías y los cismas; aquéllos, predicando a las naciones cul– tas y civilizadas; éstos. a los salvajes y paganos en regiones inhospitalarias. Y ved cómo después de los Padres y Apolo– gistas vinieron los grandes misioneros de la fe, y el Evangelio penetró en Irlanda con S. Patri– cio, en Inglaterra con S. Agustín, en Escocia con San Columbano, en Zelanda, Holanda y Frisia con Wilibrodo, en Alemania con S. Bonifacio y San Ansgario, con S. Regim:o en las Galias, con San Cirilo y Metodio en los países eslavos, con el Serafín de Asís en Palestina y Egipto, con los fran– ciscanos y dominicos en el Oriente, con S. Fran– cisco Javier en las Indias y en Japón, con las carabelas de Colón y los conquistadores iberos en el nuevo continente americano y en el archipié– lago filipino. El sacerdote, apóstol y misionero, no teme ni las inmensas latitudes del Pacífico, ni los fríos gla– ciales de Alaska, ni los fuegos ardientes del Ecua– dor, ni los bosques de la Australia, ni los salvajes de Hotentocia, ni los habitantes de Laponia, ni las arenas del Sáhara, ni las sabanas americanas. Su amor es infinito y abraza a todo el mundo. Con el crucifijo en el pecho y con el Evangelio en la mano penetra donde no puede la espada del conquistador; avanza más que las águilas vic– toriosas del Imperio romano; ambiciona más rei– nos que Alejandro Magno, ante cuya presencia enmudeció la tierra. El sacerdote católico es el apóstol de la fe y de la verdad; es el encargado y comisionado por Je– sucristo de comunicarla y plantarla en todas las regiones del mundo, en todo tiempo, en toda oca– sión, de todos modos. Como aconsejaba S. Pa– blo a su discípulo Timoteo: Praedica oportune et importune... opus fac Evangelistae, Ministerium tuum imple (1151. (115) II Tim., IV, 2-5.

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