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674 «ALVERNIA» sidades, consuelo en las aflicciones. La oración es el medio universal, fácil y asequible a todos para salvarse y santificarse... De cuanto hemos dicho se deduce cuán nece– saria, útil y eficaz es la oración para la salva– ción y para la santificación del alma. En la ora– ción-acloración conocemos, adoramos, alabamos, te:1.decímos las infinitas perfecciones de Dios; con la oración-meclitación adquirimos hondas convicciones de las verdades sobrenaturales y vi– vas emociones de la gracia para obrar; con la oración-JJetición, fundada en los méritos de Je– sucristo, alcanzamos las gracias y las virtudes y los dones sobrenaturales. La oración, en todas sus formas, separa del mundo, une con Dios, transforma el alma, y de hombres pecadores nos hace habitantes del cielo. Jesucristo mismo nos dió ejemplo admirable de orac:ón, cuando por el día predicaba y por las noches oraba; cuando oró largo tiempo en el huerto antes de la Pa– sión hasta ser confortado por el Angel; enseñó a orar a los Apóstoles y todos sus discípulos, y nos dejó la hermosa oración del Pater noster re– petida millones de veces durante veinte siglos por los creyentes. A la oración se retiraron los Apó~to1cs con María Santísima para recibir el Es– píritu Santo en el Cenáculo; en la oración per– severaban unánimemente los primeros cristianos para adquirir J'ortaleza en las persecuciones de la Iglesia. En la oración y con el retiro se san– tificaron los anacoretas y solitarios del desierto; en la oración se formaron los fundadores de Ins– titutos religiosos y la recomendaron a todos sus hijos. San Francisco de Asís fué un hombre de ora– ción continua. «Todo su tiempo, escribe Celano, era un santo ocio, durante el cual su corazón escrutaba la eterna sabiduría» (74). <<Su puerto segurísimo era la oración, no de un breve mo– mento, vana o presuntuosa, sino larga en el tiem– po, llena de devoción, humilde, plácida; si em- (74) TOM. CEL.\•W, Legenda II, n. 94. p, 240.

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