BCCCAP00000000000000000000622

664 «ALVERNIA)} ---------------------- 3." Humilde.-La misma naturaleza de la ora– c10n exige la humildad; porque la oración ma– nifiesta la bondad y poder de Dios y nuestra ne– cesidad e indigencia. Somos mendigos de las bon– dades y misericordias divinas. El que pida a Dios bienes como debidos a sus méritos, en lugar de orar, ofende al Señor. Es necesario orar no con– fiados en nosotros mismos, sino persuadidos dE: nuestra miseria. Orar como Abrahán, cuando de– cía: Hablaré a mi Dios, aunque sea polvo y ce– niza ( 40); como Daniel, cuando pedía a Dios la libertad de su pueblo, no fundándose ,m sus mé– ritos, sino en la abundancia de sus misericor– dias .( 41); no como el fariseo del Evangelio, sino como el publicano, que exclamaba: Seiior, tened misericordia de mi, que soy un gran pecador (42). Dios resiste a los soberbios y aa su gracia a los humildes (43). La oración del humilde penetra los cielos (44). Señor, mirad que soy polvo y ce– niza; tened compasión de mis miserias, perdo– nad mis pecados, según vuestra grande miseri– cordia... 4.~ Confiada.-Es evidente que para orar se requieren la fe y la esperanza teológicas en la bondad divina y en los méritos de Jesucristo. Uno puede tener esa fe y esperanza generales, pero faltarle la confianza, no porque dude del po– der de Dios, sino porque duda si se cumplen las condiciones debidas en el caso particular. Esta va– cilación no quita en absoluto la eficacia de la ora– ción, pero la disminuye grandemente. Debemos orar no sólo con fe, sino también con confianza de conseguir lo que pedimos por los méritos de Jesu– cristo. El mismo Señor nos invita a orar con con– fianza. En verclad os digo que si tuviereis tanta fe ( 40) Loquar ad Dominum 11ie1lm., cmn sim pulvis et cinis. Gen., XVIII, 27. (41) Dan., IX, 18. (42) Deus, propitius esto mihi peecatori. Luc., XVIII, 13. (43) Deus superbis resistit, humilibus autem dat {Jra– tiam. Jac., IV. 6. (44) Oratio humiliantis se, nubes penetrabit. Eccli., XXXV, 21.