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DÍA IX.--<<DIES UNIONIS MYSTICAEll 663 elevando el pensamiento a las cosas divinas. La verbal puede bastar en ocasiones para el cumpli– miento material del deber y librarse del pecado mortal, por ejemplo, para recitar el Oficio divi– no; pero no basta para hacer la oración con la perfección debida. Se requiere la atención in– terna, literal o mística, según la capacidad y las aptitudes del que ora. Los maestros de la vida espiritual enseüan los diversos modos y méto– dos de conservar la atención. No podemos de– tenernos a explicarlos aqui. Sea de una manera o de otra, lo esencial es orar al Seflor con devota atención, poner todo nuestro cuidado, nuestro esfuerzo, nuestra mente, nuestro corazón y nues– tras fuerzas en hacer con la debida atención nurstras oraciones mentales o vocales para que no diga el Seüor lo que dijo de los fariseos: Este vueblo me honra con los labios, pero su corazón está muy lejos de Mí (38). Dice s. Juan Crlsósto– mo: «Esforcémonos en hablar a Dios como con– viene; no sólo las palabras, sino también la men– te, deben acercarse al Sefwr. Sí la lengua pro– fiere palabras, pero la mente divaga fuera, re– corriendo e imaginando las cosas que pasan en casa, los negocios del foro, de ninguna utilidad nos servirá, quizá sólo para mayor condena– ción» (39). Para conservar nuestra atención devota nos ayudarán la preparación remota y pró:-cima, el recogimiento de los sentidos, de la imaginación y demás potencias; el dejar todas las preocupa– ciones y los negocios externos, ponerse con actos de viva fe en la presencia de Dios; servirse, si es necesario, de algún libro de jaculatorias y, sobre todo, tener vivo interés en hacerla bien. Teniendo buena voluntad y esforzándose, Dios no faltará con su gracia, y las distracciones que vengan por la humana fragilidad no serán vo– luntarias ni impedirán los frutos de la oración. \38) Populus hic labiis me honorat: cor autem eo– rum longe est a me. Matth., XV. 8. (39) In Gen. hom. XXX, n. 5, M. P. G., t. LIII, col. 280.